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Siempre quise escribir. Y entonces, cuando dejé New York, donde trabajaba de forma muy constante en el teatro -había hecho tres espectáculos seguidos en Broadway y estaba un poco quemado-, me mudé a Los Ángeles y no trabajaba mucho. Llegaba en frío y trabajaba una semana, pero luego me tomaba un mes o dos de descanso. Pensé: "Me voy a volver loco si no escribo de verdad". Como muchas cosas en la vida, fue una situación que se produjo por las circunstancias.