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Las banalidades de hoy ganan aparentemente en profundidad si se afirma que la sabiduría del pasado, con todas sus virtudes, pertenece al pasado. La arrogancia de los que vienen después se envanece con la noción de que el pasado está muerto y se ha ido. La mente moderna ya no puede pensar el pensamiento, sólo puede ubicarlo en el tiempo y el espacio. La actividad de pensar decae hasta la pasividad de clasificar.