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Cuando empecé a examinar el miedo al calentamiento global, no encontré nada más desconcertante que la forma en que los científicos oficialmente aprobados seguían demostrando que habían amañado sus datos, como en ese ridículo gráfico del "palo de hockey", que pretendía demostrar que el mundo se había calentado de repente mucho más que en cualquier otro momento en 1.000 años. Llegué a la conclusión de que cualquier teoría que se basara de forma tan sistemática en falsear las pruebas no debía considerarse ciencia en absoluto, sino simplemente un alarmante caso de estudio de las aberraciones de la psicología de grupo.