El pionero historiador del trabajo John Commons no se equivocaba cuando escribía en torno a la Primera Guerra Mundial que explotar y profundizar esas tensiones superaba a la gestión científica entre las innovaciones estadounidenses en lo que a patronal se refiere. En medio de las miserias generales de la proletarización, los trabajadores también aprendieron que una fuente de escasos beneficios y protecciones podía residir en reclamar una piel blanca.