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  • Crecemos porque la presencia clamorosa y permanente de nuestros hijos nos obliga a anteponer sus necesidades a las nuestras. Crecemos porque el amor a nuestros hijos nos impulsa a cambiar como ninguna otra cosa en nuestras vidas tiene el poder de hacerlo. Crecemos (si estamos dispuestos a crecer, es decir: no todos los padres están dispuestos) porque ser padres nos ayuda a dejar de ser niños.