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Exijo que el mundo sea bueno, y he aquí que obedece. Proclamo que el mundo es bueno, y los hechos se suceden para demostrar que mi proclamación es abrumadoramente cierta. A lo bueno abro las puertas de mi ser, y las cierro celosamente contra lo malo. Tal es la fuerza de esta bella y voluntaria convicción, que se impone a toda oposición. Nunca me desanima la ausencia del bien. Nunca se me puede hacer caer en la desesperanza. La duda y la desconfianza son el mero pánico de la imaginación tímida, que el corazón firme conquistará, y la mente grande trascenderá.