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En 1975 -y hasta hoy- todos los estadounidenses llegaron a creer que tenían "derecho" a un medio ambiente seguro, limpio y sano. Cuando yo crecí, nadie criticaba seriamente las acerías y las fábricas de papel por el hedor mortal que producían: era el olor de la prosperidad. En la sociedad moderna, nadie toleraría esas condiciones en una ciudad estadounidense.