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Una buena analogía es estirar una goma elástica. Puedes estirarla y estirarla e incluso sentir cómo aumenta la tensión en los músculos de las manos y los brazos a medida que se ensancha la distancia entre un extremo y otro de la goma. Pero en algún momento llegas al límite de elasticidad de la banda y se rompe. Lo mismo ocurre con los sistemas humanos.