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Hemos sido condicionados, enseñados y coaccionados por los agentes de nuestra cultura (padres, abuelos, publicistas, críticos gastronómicos, etc.) a comer la carne y beber la leche de otros animales. Debido a este condicionamiento, que se ha producido durante un largo período de tiempo (miles de años), hemos desarrollado hábitos alimenticios adictivos y nos hemos cegado ante los hechos de nuestro sistema biológico y sus verdaderas necesidades.