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Su culpabilidad, por lo tanto, en estos casos, no debe medirse por sus efectos sobre la felicidad de la humanidad; ni debe denominarse gloria verdadera o falsa, según que los fines a los que se dirige sean beneficiosos o maliciosos, objetos justos o injustos de persecución; sino que es falsa, porque exalta lo que debería ser rebajado, y criminal, porque invade la prerrogativa de Dios.