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  • Cuando tenía 12 años, nos mudamos de Nueva Jersey a Florida. El Golfo de México era literalmente mi patio trasero. Todos los días podía ver el océano. Cuando bajaba la marea, salía a jugar en las praderas marinas que llegaban hasta la orilla, llenas de caballitos de mar, peces pipa y corales blandos. Había tanta vida. Pero entonces fui testigo del cambio, de la pérdida de la costa, de los manglares y de las praderas marinas. Las zonas poco profundas de la bahía se convirtieron en aparcamientos.

    Fuente: www.spiegel.de