Todo Estado-nación tiende a lo imperial, de eso se trata. A través de bancos, ejércitos, policía secreta, propaganda, tribunales y cárceles, tratados, impuestos, leyes y órdenes, mitos de obediencia civil, suposiciones de virtud cívica en la cúspide. Sin embargo, hay que decir de la izquierda política que esperamos algo mejor. Y con razón. Confiamos más en aquellos que muestran cierta compasión, que denuncian los horribles acuerdos sociales que hacen inevitable la guerra y omnipresente el deseo humano; que fomentan el egoísmo corporativo, complacen los apetitos y el desorden, malgastan la tierra.