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Estar en un plató de cine es como estar siempre en tecnología. En el teatro, cuando por fin terminas de ensayar, sales al escenario y te encargas de las luces y los decorados y haces funcionar la máquina de la producción. Normalmente se tarda unos diez días en el teatro, dos o tres semanas si se trata de un gran musical. Es el infierno en la tierra. Te quedas sentado para siempre mientras ajustan las luces. Y todos los dramaturgos con medio cerebro huyen cuando empieza el montaje porque es muy aburrido y no quieres hablar con el director porque está dirigiendo una máquina gigantesca.