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Sinceramente, creo que la relación madre-hija es mágica, compleja, potencialmente peligrosa, profundamente poderosa y profundamente transformadora. En pocas palabras, todas tenemos esta relación y, de un modo muy real, "ninguna de nosotras sale viva". Todas nos formamos primero como hijas y luego nos ponemos a prueba como madres. No hay nada como la maternidad para hacernos reconsiderar cómo fuimos como hijas.