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Los pensamientos -incluso los miedos- eran cosas aéreas, sin forma hasta que los hacías sólidos con tu voz y, una vez que les dabas ese peso, podían aplastarte.
Los pensamientos -incluso los miedos- eran cosas aéreas, sin forma hasta que los hacías sólidos con tu voz y, una vez que les dabas ese peso, podían aplastarte.