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Muchas religiones se nos presentan ahora con sonrisas congraciadoras y las manos extendidas, como un mercader untuoso en un bazar. Ofrecen consuelo y solidaridad y elevación, compitiendo como lo hacen en un mercado. Pero tenemos derecho a recordar lo bárbaramente que se comportaban cuando eran fuertes y hacían una oferta que la gente no podía rechazar.