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Quiero ante todo -de hecho, como fin de estos otros deseos- estar en paz conmigo mismo. Quiero una mirada única, una pureza de intención, un núcleo central en mi vida que me permita llevar a cabo estas obligaciones y actividades tan bien como pueda. Quiero, de hecho -tomando prestado el lenguaje de los santos- vivir "en gracia" la mayor parte del tiempo posible. No utilizo este término en un sentido estrictamente teológico. Por gracia entiendo una armonía interior, esencialmente espiritual, que puede traducirse en armonía exterior.