-
Para las mujeres que sólo me agradan por sus rostros, soy el mismísimo demonio cuando descubro que no tienen alma ni corazón, cuando me abren una perspectiva de chatura, trivialidad y tal vez imbecilidad, tosquedad y mal genio; pero para el ojo claro y la lengua elocuente, para el alma hecha de fuego y el carácter que se dobla pero no se rompe -a la vez flexible y estable, manejable y consistente- soy siempre tierno y verdadero. (El Sr. Rochester a Jane).