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Cuando nos abrazamos, en la oscuridad, eso no hace que la oscuridad desaparezca. Las cosas malas siguen ahí fuera. Las pesadillas siguen caminando. Cuando nos abrazamos no nos sentimos seguros, pero sí mejor. "No pasa nada", susurramos, "estoy aquí, te quiero" y mentimos: "nunca te dejaré". Por un momento o dos la oscuridad no parece tan mala.