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Era milagroso. No era casi ningún truco, vio, convertir el vicio en virtud y la calumnia en verdad, la impotencia en abstinencia, la arrogancia en humildad, el saqueo en filantropía, el robo en honor, la blasfemia en sabiduría, la brutalidad en patriotismo y el sadismo en justicia. Cualquiera podía hacerlo; no requería cerebro en absoluto. Simplemente no requería carácter.