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Cuando llega la noche, vuelvo a casa y entro en mi estudio. En el umbral me despojo de mis ropas embarradas y sudorosas de todos los días, y me pongo las túnicas de la corte y del palacio, y con este vestido más grave entro en las antiguas cortes de los antiguos y soy recibido por ellos, y allí pruebo la comida que sólo es mía, y para la que nací. Y allí me atrevo a hablarles y preguntarles los motivos de sus acciones, y ellos, en su humanidad, me responden. Y por espacio de cuatro horas olvido el mundo, no recuerdo ninguna vejación, no temo más a la pobreza, no tiemblo más ante la muerte; paso de hecho a su mundo.