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  • Como filósofo, si me dirigiera a un público puramente filosófico, diría que soy agnóstico, porque no creo que exista un argumento concluyente para demostrar que Dios no existe. Por otro lado, si quiero transmitir la impresión correcta al hombre corriente de la calle, creo que debería decir que soy ateo, porque cuando digo que no puedo demostrar que no existe Dios, debería añadir igualmente que no puedo demostrar que no existan los dioses homéricos.

    Bertrand Russell, John G. Slater, Peter Köllner (1997). “Last Philosophical Testament: 1943-68”, p.91, Psychology Press