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  • No hay vida santa. No hay guerra entre el bien y el mal. No hay pecado ni redención. Ninguna de estas cosas le importan a tu verdadero yo. Pero todas importan enormemente al falso tú, el que cree en el yo separado. Has intentado llevar tu yo separado, con toda su soledad, ansiedad y orgullo, a la puerta de la iluminación. Pero nunca pasará, porque es un fantasma.