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  • La puerta del vestíbulo se abre a una mañana de junio tan fina y limpia que Classira se detiene en el umbral como lo haría al borde de una piscina, observando el agua turquesa que baña las baldosas, las redes líquidas del sol que se agitan en las profundidades azules. Como si estuviera al borde de una piscina, retrasa un momento la zambullida, la rápida membrana de frío, el simple choque de la inmersión.

    Michael Cunningham (1998). “The Hours: A Novel”, p.9, Farrar, Straus, and Giroux