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  • Recordaba a su familia con profunda emoción y amor. Su convicción de que tendría que desaparecer era, si cabe, aún más firme que la de su hermana. Permaneció en este estado de reflexión vacía y apacible hasta que el reloj de la torre dio las tres de la madrugada. Aún veía que fuera de la ventana todo empezaba a clarear. Entonces, sin su consentimiento, su cabeza se hundió en el suelo, y de sus fosas nasales brotó su último y débil aliento.

    Franz Kafka, Stanley Corngold (1981). “The Metamorphosis”, Bantam Classics