-
Un hombre debería aprender a detectar y observar ese destello de luz que atraviesa su mente desde el interior, más que el brillo del firmamento de bardos y sabios. Sin embargo, desecha sin reparo su pensamiento, porque es suyo. En toda obra de genio reconocemos nuestros propios pensamientos rechazados: vuelven a nosotros con cierta majestuosidad enajenada.