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Aquí está el verdadero problema de nuestra negligencia. Fracasamos en nuestro deber de estudiar la Palabra de Dios no tanto porque sea difícil de entender, no tanto porque sea monótona y aburrida, sino porque es trabajo. Nuestro problema no es la falta de inteligencia o la falta de pasión. Nuestro problema es que somos perezosos.