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El dolor fue tan inesperado como un trueno en un cielo despejado. A Eddis se le oprimió el pecho cuando algo se cerró en torno a su corazón. Respirar hondo podría haberla calmado, pero no pudo hacerlo. Se preguntó si estaría enferma, e incluso pensó brevemente que podría haber sido envenenada. Sintió que Attolia le tendía la mano. Para la corte no era algo excepcional, apenas se notaba, pero para Eddis era un ancla, y se aferró a ella como a un salvavidas. Sounis la miraba con preocupación. Su sonrisa de respuesta era artificial.