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La gente me señala continuamente la miseria de los blancos para consolarme de la miseria de los negros. Pero un recuento pormenorizado del fracaso estadounidense no me consuela y no debería consolar a nadie más. Que cientos de miles de blancos vivan, en efecto, no mejor que los "negros" no es un hecho que deba contemplarse con complacencia. La bancarrota social y moral que sugiere este hecho es del tipo más amargo y aterrador.