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Ore o no, quiero creer que, a pesar de todas las pruebas en contra, es posible para cualquiera encontrar a esa persona especial. Esa persona con la que pasar las Navidades, envejecer o simplemente dar un paseo por Central Park. Alguien que no juzgaría a otro por las preposiciones que cuelga, o sus frases atropelladas, y que a su vez no sería juzgado por el esnobismo de sus inclinaciones etimológicas lingüísticas.