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  • Al menos, no en este país", añadió tras pensárselo un momento. En China es un poco diferente. Una vez vi a un chino en Shanghai. Tenía las orejas tan grandes que le servían de impermeable. Cuando llovía, se metía debajo de las orejas y estaba calentito y a gusto. No es que las orejas lo pasaran tan bien. Si hacía mal tiempo, invitaba a amigos y conocidos a acampar bajo sus orejas. Allí se sentaban, cantando sus tristes canciones mientras afuera llovía a cántaros.

    Astrid Lindgren (2015). “Pippi Longstocking”, p.33, Oxford University Press - Children