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  • Gabriel tiró de ella sobre su cuerpo para tumbarla en la cama a su lado. Sus besos la hundieron en el olvido del colchón mientras sus manos exploraban su pecho, sus hombros, su cara. "Quiero dejar mi presa a tus pies", dijo, más gruñendo que con palabras, y la sujetó con fuerza por el pelo mientras le marcaba el cuello con los dientes. Ella se retorció contra él. Quería morderle, quería arrancarle la carne de la espalda, pero lo más terrible de todo era que no quería que se detuviera. Su espalda se arqueó, su cuerpo se destrozó, aulló.