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Los dos están de pie en medio de la multitud de víctimas, pero hablan como si estuvieran solos. Ojo a ojo, voz a voz, mano a mano, corazón a corazón, estos dos hijos de la Madre Universal, de otro modo tan separados y diferentes, se han reunido en la oscura carretera, para reparar juntos el hogar y descansar en su seno.