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Las necesidades de una sociedad determinan su ética, y en los guetos negros estadounidenses el héroe es ese hombre al que sólo se le ofrecen las migajas de la mesa de su país, pero que, gracias a su ingenio y valentía, es capaz de hacerse con un festín luctuoso. De ahí que no se rían del conserje que vive en una habitación pero luce un Cadillac azul petirrojo, sino que se le admire, y que no se critique al empleado doméstico que compra zapatos de cuarenta dólares, sino que se le aprecie. Sabemos que han utilizado todas sus facultades mentales y físicas. Cada logro individual alimenta los logros del cuerpo colectivo.