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Te vi, Walt Whitman, sin hijos, viejo solitario, hurgando entre las carnes del frigorífico y echando el ojo a los tenderos. Te oí hacer preguntas a cada uno: ¿Quién mató a las chuletas de cerdo? ¿A qué precio los plátanos? ¿Eres mi ángel?
Te vi, Walt Whitman, sin hijos, viejo solitario, hurgando entre las carnes del frigorífico y echando el ojo a los tenderos. Te oí hacer preguntas a cada uno: ¿Quién mató a las chuletas de cerdo? ¿A qué precio los plátanos? ¿Eres mi ángel?