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A partir de ahí, se puede hacer una deducción que es, sin duda, la verdad última de los rompecabezas: a pesar de las apariencias, el rompecabezas no es un juego solitario: cada movimiento que el rompecabezas hace, el rompecabezas lo ha hecho antes; cada pieza que el rompecabezas coge, y vuelve a coger, y estudia y acaricia, cada combinación que intenta, y lo intenta una segunda vez, cada metedura de pata y cada perspicacia, cada esperanza y cada desaliento han sido todos diseñados, calculados y decididos por el otro.