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No sólo la esperanza, sino cualquier anhelo agobiante: la ambición, el odio, el amor (sobre todo el amor): ¡qué pocas veces nuestras emociones encuentran el objeto que parecen merecer! Qué desesperanzados estamos, qué oscuro está el cielo, qué grandes son las olas. Todos estamos perdidos en el mar, entre la esperanza y la desesperación, aclamando algo que quizá nunca venga a rescatarnos. La catástrofe se ha convertido en arte; pero no se trata de un proceso reductor. Es liberador, ampliador, explicativo. La catástrofe se ha convertido en arte: al fin y al cabo, para eso sirve.