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¿Quieres que te devuelva la mano, Eugenides? ¿Y perder Atolia? ¿Y ver a Atolia perdida ante los medos? Eugenides tenía los ojos abiertos. Delante de su cara, el suelo estaba lleno de trocitos de cristal que brillaban a la luz de las velas. Ya tienes tu respuesta, Ladronzuelo.