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No hay excusa para engañar a los niños. Y cuando, como debe ocurrir en las familias convencionales, descubren que sus padres han mentido, pierden la confianza en ellos y se sienten justificados para mentirles.
No hay excusa para engañar a los niños. Y cuando, como debe ocurrir en las familias convencionales, descubren que sus padres han mentido, pierden la confianza en ellos y se sienten justificados para mentirles.