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Al preocuparnos por los demás, nos preocupamos menos por nosotros mismos. Cuando nos preocupamos menos por nosotros mismos, la experiencia de nuestro propio sufrimiento es menos intensa. ¿Qué nos dice esto? En primer lugar, como cada una de nuestras acciones tiene una dimensión universal, un impacto potencial en la felicidad de los demás, la ética es necesaria como medio para garantizar que no perjudiquemos a los demás. En segundo lugar, nos dice que la auténtica felicidad consiste en las cualidades espirituales del amor, la compasión, la paciencia, la tolerancia, el perdón, etcétera. Son éstas las que nos proporcionan felicidad a nosotros y a los demás.