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Nuestra cultura occidental moderna sólo reconoce la primera de ellas, la libertad de deseos. Luego rinde culto a esa libertad consagrándola en primera línea de las constituciones nacionales y las cartas de derechos humanos. Se puede decir que el credo subyacente de la mayoría de las democracias occidentales es proteger la libertad de sus ciudadanos para realizar sus deseos, en la medida de lo posible. Es sorprendente que en estos países la gente no se sienta muy libre. El segundo tipo de libertad, la libertad frente a los deseos, sólo se celebra en algunas comunidades religiosas. Se celebra la satisfacción, la paz libre de deseos.