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Hay que distinguir entre los que dependen de otros, es decir, entre los que para lograr sus propósitos pueden forzar la cuestión y los que deben recurrir a la persuasión. En el segundo caso, siempre salen mal parados, sin haber conseguido nada; cuando, por el contrario, dependen de sus propios recursos y pueden forzar la cuestión, entonces rara vez corren peligro.