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  • A algunas personas les gusta vivir sin demasiados riesgos. Se conforman con llevar una existencia segura. Esta actitud de cautela se infiltra en sus objetivos. A todo deportista -o empresario- de éxito le gusta asumir riesgos calculados. Tiene que hacerlo. Sobre todo en el gimnasio, cuando estás haciendo 500 repeticiones en cuclillas y no puedes hacer ni una más, pero gruñes diez. Te empieza a sangrar la nariz, te caes en el potro y se acabó la primera serie.