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  • Oh, Dios eterno y sempiterno, dirige mis pensamientos, palabras y obras. Lava mis pecados en la sangre inmaculada del Cordero y purifica mi corazón con tu Espíritu Santo. Cada día, hazme más y más semejante a tu hijo Jesucristo, para que viviendo en tu temor y muriendo en tu favor, pueda en tu tiempo obtener la resurrección de los justificados a la vida eterna. Bendice, Señor, a toda la raza humana y haz que el mundo se llene del conocimiento de Ti y de tu Hijo Jesucristo.

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