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  • Las organizaciones benéficas públicas, los bancos de alimentos y las despensas de las iglesias hacen más que nunca, pero no dan abasto. Nunca podremos acabar con el hambre sólo a través de la maravillosa labor de las organizaciones benéficas locales. Al igual que otras democracias occidentales, debemos acabar con nuestro problema nacional del hambre a través de un liderazgo nacional y político. La caridad está bien para algunas cosas, pero no como forma de alimentar a una nación. No protegemos nuestra seguridad nacional a través de la caridad, y tampoco deberíamos proteger así a nuestras familias y niños.