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  • ¡Qué maravillosa majestad! ¡Qué estupenda condescendencia! ¡Oh sublime humildad! Que el Señor de todo el universo, Dios e Hijo de Dios, se humille así, bajo la forma de un pequeño pan, por nuestra salvación ...En este mundo no puedo ver al Altísimo Hijo de Dios con mis propios ojos, excepto por su Santísimo Cuerpo y Sangre.