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Cada funeral puede ser considerado justamente como un llamado a prepararse para ese estado en el que nos muestra que debemos entrar en algún momento; y el llamado es más fuerte y penetrante cuando el evento del que nos advierte está a menos distancia. Descuidar en cualquier momento la preparación para la muerte es dormir en nuestro puesto durante un asedio; pero omitirla en la vejez es dormir durante un ataque.