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Tal es la condición de la vida que siempre falta algo para la felicidad. En la juventud tenemos cálidas esperanzas, que pronto se desvanecen por la imprudencia y la negligencia, y grandes designios que son derrotados por la inexperiencia. En la edad, tenemos conocimiento y prudencia, sin espíritu para ejercerlos, ni motivos para impulsarlos; somos capaces de planear esquemas, y regular medidas, pero no nos queda tiempo para llevarlos a cabo.