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El propósito de Dios es la causa soberana de todo lo bueno que hay en el hombre, y de todo lo bueno externo, interno y eterno que viene al hombre. No las obras pasadas, porque los hombres son elegidos desde siempre; no las obras presentes, porque Jacob fue amado y elegido antes de nacer; ni las obras previstas, porque todos los hombres se corrompieron en Adán. Toda la felicidad presente del creyente y toda su felicidad futura brotan del propósito eterno de Dios.