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La providencia de Dios no está en cestas bajadas del cielo, sino a través de las manos y los corazones de quienes le aman. El muchacho sin comida y sin zapatos dio la respuesta adecuada a la mujer de mente cruel que le preguntó: "Pero si Dios te amara, ¿no te enviaría comida y zapatos?". El muchacho respondió: "Dios se lo dijo a alguien, pero se olvidó".